Se siente como un nudo en el pecho. El corazón se oprime y
la respiración cambia de ritmo como el motor de un carro viejo en ascenso. Alargas las manos para sostenerte
de algo, pero la verdad no es más la base del sentido que damos a la red en la
que se ancla el hombre superfluo para afrontar el olvido. Me pregunto si los pensamientos tendrán un
lugar donde pasar la eternidad o renacerán para acechar de nuevo nuestro fuero
interno. Es confusión lo que siento cuando duermo porque no sé si cuando
despierte seré el mismo cuerpo que se fundió bajo los sueños. No hay lagos que
mirar por donde vivo, solo pilares de concreto y parques donde los niños saltan
alegres al caer la tarde y donde en las noches las jovencitas van a leer los
mensajes secretos enviados por príncipes azules modernos: artificiales, sin
rostro y con mala ortografía. Algún rotulo debe existir para la condición de mártir
acérrimo; sensible al fuego y al sonido de los tubos calientes que truenan con
rencor desde las montañas – ¡Se acabaron los argumentos! ¡incendiemos la vida de
los monstruos que no queremos!- Claro, porque los monstruos son ellos, nosotros
estamos en el bando de “los buenos” los
que luchamos por sobrevivir y defendemos la tranquilidad que con sangre se ha dispuesto. Al rugir, la noche desata el silencio.
Velocidad Estática Nocturna
Por: Edu Peña
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