Wednesday, April 25, 2012

Augurio

-No llores más- dijo el cazador a la presa.-No ves que harás de tan magnífico momento, un falso recuerdo, un acto de tristeza. Más bien piérdete en tu anhelo, disfruta de la incoherencia. Los pétalos de una flor, no caen por coincidencia; Es aquí donde tu existencia cobra el sentido que quisieras: servirás a alguien a costa de tu pasión y fuerza. Hoy te agradezco de corazón que seas tú la que va a morir por beneficencia.- y replicó la presa- tonto eres cazador de múltiples proezas: ¿crees que atrapaste la liebre por la cabeza? ¿No intuyes que detrás de ti está el verdugo; aquel que esperó más que tú, que te superó en grandeza? ¡Míralo ahora! ¡Encara tu flaqueza! No pierdas la oportunidad de apreciar la prudencia, de ese alguien que, por ser tranquilo de corazón y humilde de conciencia, no obtuvo una, sino dos presas.
Hunt! ... Quien es el cazador y quien la presa? (Cazador) ... Who's the hunter? Who's the prey? (Hunter) http://www.behance.net/Gallery/Hunt/278573

Monday, April 23, 2012

Estática nocturna

Se siente como un nudo en el pecho. El corazón se oprime y la respiración cambia de ritmo como el motor de un carro viejo  en ascenso. Alargas las manos para sostenerte de algo, pero la verdad no es más la base del sentido que damos a la red en la que se ancla el hombre superfluo para afrontar el olvido.  Me pregunto si los pensamientos tendrán un lugar donde pasar la eternidad o renacerán para acechar de nuevo nuestro fuero interno. Es confusión lo que siento cuando duermo porque no sé si cuando despierte seré el mismo cuerpo que se fundió bajo los sueños. No hay lagos que mirar por donde vivo, solo pilares de concreto y parques donde los niños saltan alegres al caer la tarde y donde en las noches las jovencitas van a leer los mensajes secretos enviados por príncipes azules modernos: artificiales, sin rostro y con mala ortografía. Algún rotulo debe existir para la condición de mártir acérrimo; sensible al fuego y al sonido de los tubos calientes que truenan con rencor desde las montañas – ¡Se acabaron los argumentos! ¡incendiemos la vida de los monstruos que no queremos!- Claro, porque los monstruos son ellos, nosotros estamos en el bando de “los buenos” los que luchamos por sobrevivir y defendemos la tranquilidad que con sangre se ha dispuesto. Al rugir, la noche desata el silencio.

Velocidad estatica nocturna
Velocidad Estática Nocturna
Por: Edu Peña

Saturday, March 31, 2012

Ascenso a Venus


"La vida es lo que hacemos de ella. Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos" -Fernando Pessoa-

El cielo se proyecta hacia el horizonte claro, sereno e impecable. De la tierra árida emana  un vaho sofocante; un clamor enérgico al astro creador e inamovible en la amplitud de un reino ensoñado por el hombre antiguo.
Bajo la luz y sobre la grietas de un terreno sediento que, con venas abiertas, espera de nuevo sentir el flujo vital, está el viajero de la arena ensimismado y meditabundo. Esperando con el mismo ímpetu de aquellos que buscan revivir el pasado en el absurdo afán de recuperar la cordura. Los labios rotos como las hojas en el ocaso de una tarde de otoño. El rostro se desdibuja por las llagas y el semblante rojizo deja entrever una extraña mueca como si quisiera retar a la ironía riendo sin motivo. La piel tostada se contrae ante la pesadez del fuego del medio día. Y los ojos vidriosos son el espejismo del agua cristalina que ansía su cuerpo. Hace rato que sus piernas dejaron de guiarlo por los caminos sin sendero y el tiempo parece aligerarse mientras las ideas se expanden en el vacío cobrando fuerza.

Todo empezó como un deseo inocente. El eco del instinto primitivo lo impulsó a la búsqueda. Y, al rayar el alba, armado de coraje y esperanza dio el primer paso por la ruta que comenzaba al pie de la montaña. Dormía poco; el corazón estaba encendido por la avidez que trae consigo el conocimiento. Más este anhelo no derivaba de la inocua acumulación de ideas sino de la ligereza a la que conlleva el liberarse del yugo del destino. Había domado su espíritu: en su mano izquierda llevaba las riendas de su vida mientras que con la derecha elevaba una plegaria a los mortales que lo precedieron. Sorteó dificultades que hubieran resquebrajado hasta las almas más comprometidas con la vida. Doblegó las bestias del bosque y conoció el silencio que silba en las alturas. Se recostó en la hierba y sintió pasar por su cuerpo un cosquilleo vigorizante, era como si todos los seres de la tierra le recargaran sus células con una nueva energía. Bajo la cascada sintió el frio filtrarse hasta los huesos y sonrió satisfecho. Y así el viajero de la arena logró con éxito alejarse de sí mismo.

Algunas veces pensó en volver a la quietud del cuerpo; incluso se imaginó disfrutando de las comodidades que trae vivir en las ciudades de los hombres: luz eléctrica, agua caliente, una blanda cama… De repente venía a su paladar el recuerdo de exquisitos sabores y una imagen a la luz de las velas y el vino…ah sí, el vino y su dulzura embriagante. No se arrepentía de haber partido pero muy adentro, en sus raíces, estaba la seguridad que traía aferrarse a lo conocido. “Qué bello es el vivir” decía inspirado al mirar el cielo estrellado como si con esas palabras pudiera ahuyentar el deseo que lo ataba a su verdadera naturaleza. Vivía la casualidad y  encontraba la magia en la cadena de eventos que lo conectaban con el mundo real. Dejó atrás cualquier camino menos uno: el verdadero. Y así, con tal fluidez del ser, llegó al umbral que separaba el bosque del desierto y pensó: ¿Qué sigue después de la cima?
Con esto empezó el naufragio del viajero de la arena.

Al principio caminó sereno sintiendo cada paso en la tierra seca. Se entregó al tacto de sus pies sobre el planeta y tal percepción lo llevó al éxtasis. Se estremeció con cada roce, con cada palpitación del corazón e incluso el dolor lo elevó por encima del mundo y sus nimiedades. No obstante, fue el mismo dolor el que lo hizo mirar atrás y en una mezcla de horror y asombro vio las huellas de sangre dejadas en la tierra. Luego de reflexionar un rato ante dicha visión, entonces dijo: ¿son estas las huellas que he dejado en el suelo sin percatarme? ¿Son estos los pasos que me han traído hasta este punto en mi camino? Al no encontrar sosiego en su interior, el viajero de la arena después de muchos años de trajinar por el mundo, lloró. Más aún con la congoja al hombro, siguió su camino y al oeste los últimos destellos del sol pintaron de carmesí intenso la inconmovible bóveda celeste.

El cansancio se desvaneció. Los pensamientos inundaron su mente como un río desbordado trayendo furia y destrucción a su corazón. Gritó, pataleó y gimió durante la noche y el crepúsculo lo sorprendió en un monologo incoherente fruto de frustraciones e ilusiones marchitas. Durante la mañana, se arrastró sin esperanza en abandono de sí mismo y fue así, cuando el sol alcanzó su cenit, que el viajero de la arena dejó de huir y se encontró a solas con su yo interno.

En la soledad, los pensamientos parecen navajas afiladas que traspasan la piel sin clemencia. El cuerpo se entrega al llanto negando su propia condición humana y cegado por la incertidumbre se lanza al abismo con la esperanza de cesar cualquier manifestación del dolor. Tal es la suerte del viajero de la arena quien al pensar en su experiencia y rememorar su realidad dice: “Qué grato es alcanzar la cima y ver las estrellas a mis pies y el sol sobre mi cabeza, pero que tristeza siento al no poder seguir caminando por la vastedad del mundo que nunca me negó nada”. Mira las cicatrices de su cuerpo por un momento y sonríe. La piel se ha ennegrecido y cada vez se asemeja más al color de la tierra. Los parpados quieren cerrarse, pero él sabe que el viaje aún no está completo. Reúne  la poca fuerza que le queda y con el dedo índice dibuja en el suelo un círculo. Empieza por un punto en el norte y recorre con dolor toda la circunferencia en sentido opuesto a las manecillas del reloj hasta completarla. Centra su mirada en ella y como el artista que contempla su obra maestra piensa: “¿Acaso es mi experiencia el susurro de los amantes bajo la sombra del árbol al anochecer? ¿Dónde está el tiempo cuando el ocaso se cierne sobre la torre del reloj eclipsando el sonido de las imperiosas campanadas que de allí surgen? ¿Es el ímpetu de los niños que gritan de aquí para allá mientras juegan el verdadero significado de la pureza? Sí he alcanzado la cima ¿Dónde queda mi descenso y la redención del mundo que abandoné por seguir un sueño a través de la bruma? Calla. De repente desde el este sopla un fuerte viento que levanta una estela de polvo al pasar. El viajero de la arena cubre sus ojos y cuando siente que la calma regresa, torna su mirada al suelo y nota que el círculo que antes dibujó, se ha desvanecido por completo. De inmediato, la luz en su interior se enciende con una nítida comprensión. El cuerpo se desploma y el corazón arde de nuevo con aire renovado. Es tiempo de cosechar lo que se ha sembrado. De sonreír frente a lo desconocido y abrazar el infinito con toda la fuerza porque es ese instante el principio del verdadero viaje. Es la vida una guirnalda de flores que adorna la inmensidad. El viajero de la arena deja caer sus parpados fatigados y sonríe al fin. Las huellas de sus pasos no pesan en el corazón y la sangre es el fuego que consume todo temor. Es el amor ahora la fortaleza que lo guía por un nuevo sendero. Luego, con un suspiro al sol, da el primer paso. El viajero, ahora libre, puede encontrar el camino para ascender a Venus.


Ascenso a Venus
                           

Sunday, April 24, 2011

El trino del pájaro desconocido.


Para Helenita. 

Miró hacia el tejado para ver el ave que allí se había posado y tuvo que cubrir sus ojos de los rayos de sol de la mañana. Su cuerpo aún estaba adormecido y sus manos algo entumidas, pero su oído poseía una agudeza inesperada. El trino del pájaro desconocido viajaba a la par con el sonido de las hojas movidas por él viento, mientras una campana resonaba en la distancia. Miró el reloj por encima del hombro, pero no pudo identificar la hora exacta: posiblemente era mediodía del domingo; el día señalado para emprender la huida.

Recorrió con mirada austera el interior del cuarto: sobre la cama un cuerpo desnudo dormía boca abajo. La larga cabellera se posaba sobre las sabanas y un brazo colgaba casi rozando el piso. Su boca estaba un poco entreabierta y sus labios parecían moverse al unísono con su respiración pausada. “No creo que me extrañe mucho cuando me vaya”. Pensó para sí Tomás mientras encendía el primer cigarrillo de la mañana. “Al final, no nos conocimos tanto”. Pasó los dedos sigilosos por el marco de la ventana, mientras sus ojos se acostumbraban al brillo matutino. El ave desconocida canturreó de nuevo. “Debe ser un coquito” concluyó mientras lanzaba el cigarro al suelo.

Caminó con parsimonia como si de verdad no tuviera que hacer ese viaje. “De nuevo a la libertad”; esa era la frase que usaba para motivarse a seguir con su plan. Era muy simple: tomaría el bus a las 2 pm, luego viajaría por 10 horas hasta Bogotá para luego decidir qué hacer con su vida. Lo que más le importaba era salir de esa sensación de asfixia que lo embargaba diariamente al despertar junto a cualquier cuerpo. Venia de súbito, como una sombra. Se posaba sobre su pecho y le hacía sentir un terror indescriptible. Perdía la noción del tiempo y cuando quería gritar no podía hacerlo. Era como si estuviera enjaulado en un mundo superficial, decadente. Tenía que salir de allí cuanto antes, sin importar quien quedara atrás.

Tomó del baño algunas cosas y las puso en su morral viajero, luego abrió el ropero y eligió al azar cuatro camisas para su viaje. El resto del equipaje lo había preparado desde hacía una semana. La verdad era que no quería arrepentirse y por ello, lo primero que hizo fue empacar. Sentía que al hacerlo, ya había avanzado un paso hacía su nuevo destino. Se puso unos jeans que encontró en el suelo y la camisa mas arrugada que tenia. Se sentó en el filo de la cama para terminar de amarrarse los cordones, y de repente, a sus espaldas, escuchó un susurro: “¿A dónde vas? Pensé que iríamos juntos a ver esa película de la que tanto me hablaste”. La voz parecía salir como entre un ensueño; las palabras pululaban en el ambiente sin encontrar un rumbo y el sol cada vez entraba más fuerte por la ventana. “ajá…” dijo Tomás con el desinterés propio de quienes están sumidos en sus propios pensamientos. “Luego vamos, duerme un poco más”. Sonrió como por inercia y de nuevo se dirigió a la ventana, para encender el primer cigarro de la tarde. 

Se sentó sobre el marco de la ventana y de nuevo miro su espacio vacío en la cama. Lanzó el resto de colilla al suelo y se acercó al cuerpo desnudo. Se acostó a su lado y observó el techo sobre su cabeza. Cerró los ojos y de inmediato se durmió para soñar con un grupo de aves que viajaban hacia el sur. El coquito cantó de nuevo. 




Japanese Bird on Pine Painting by 19C Master Artist Keibun景文 (A.D. 1779-1843)
Imagen de:  http://www.hkartclub.com/painting/painting252.html

Thursday, April 21, 2011

Castillos en el aire.

En el medio de la noche me asalta la duda. ¿Cómo puedo creer en una realidad tan pomposa y estridente? No puedo pensar en algo más extraño y sintético que la fusión de dos cuerpos. El anhelo se aplaca, y aún así parece que las noches se tiñen del matiz de las rosas marchitas y de los sentimientos escondidos bajo la tierra. Puedo decir que lo exquisito de esta situación radica en estar en vilo durante horas escrutando los acontecimientos del día y viendo la lluvia caer estrepitosa sobre los atónitos cuerpos. Y no puedo encontrar un mejor momento que el ahora para eliminar de mi mente todo lo que soy. La pasión irreverente se filtra por la piel y parece envenenarme. Es un sueño que embarga la mirada y destroza la esperanza. ¿Hacia donde zarpó mi niñez y donde quedó encerrada mi cordura? Me siento a esperar en mi caverna de asfalto a que vuelvan a mí las memorias de días más livianos. Mis ojos se derriten con el paso del tiempo y creo que pronto ya no quedarán más que hojas secas y palabras vacías. Es la degradación de los hombres muertos que cuando la entiendes, parece más simple de lo que esperabas. Los caminos del destino nos guiaron serenos por el asombro hasta que nos topamos con el infinito y nos sentimos solitarios e inocuos. El fuego, si, ese elemento de figuras amorfas que danzan sobre la madera, arde sonoro mientras verdes flores de jardín adornan el cielo. No creo ser más que un alquimista de recuerdos: reciclando caricias, viviendo para vislumbrar posibilidades remotas que solo se cruzan por el sendero que transitan los genios, o más bien, los estúpidos. ¿Lo ves? Ya no queda ni rastro de la mirada que se paseaba por la montaña en busca del color verdadero. Ni del corazón que albergaba la expectativa que los sabios nos inculcaron cuando fuimos héroes. Quedo yo: un inhóspito terreno manchado de sangre y relegado al silencio. Y quedas tú: espectro del arcoíris, cicuta de uva, mariposa impoluta; circundas por las avenidas del delirio, por la ruta de la apatía. Tú, que ignoras la naturaleza de las abolladuras del alma, deberías tomar el puñal y hundirlo en el vientre de la incertidumbre, matar la ansiedad, apuñalar la ceguera. Luego, cuando con agua dulce laves tus manos, siéntate bajo el árbol y recita las promesas que has hecho: una por una, palabra por palabra, beso a beso. De tal manera harás que sea libre el esclavo que, con una cadena en el cuello, te sigue jadeante y moribundo. No es una cuestión de lastima; todos tenemos derecho a huir de la podredumbre de nuestra sombra y adentrarnos en el mar de las criaturas despreciadas. Paraíso inmutable de donde vinimos y a donde, muy a nuestro pesar, regresaremos.

"Castle In the Air" by Michael A Sauve